jueves, 18 de abril de 2019


UN ABETO AFORTUNADO

Me gusta el frio y el agua, la tierra siempre bien mullida. No soy tan alto como mis hermanos, pero creo que me venderán bien. Soy un abeto, Si, un abeto de esos que ponen las familias en el salón por Navidad, con guirnaldas, luces de colores y la ilusión de los regalos a mis pies.
Por lo que he oído,  me gustaría ir a una casa con niños, sería maravilloso cuando rozaran mis hojas al ponerme los adornos y ¡como discutirían, queriendo poner la bola más alta! Me gustan los niños, cuando vienen con sus padres al vivero, me muevo disimuladamente y les digo muy bajito cuando se acercan:” Llevadme a mí “, podréis jugar conmigo y no me moriré pronto. Soy joven, creo que tengo 2 años desde que estuve en el primer plantel, mis recuerdos de esa época son confusos, pero creo que eso les pasa también a los humanos, la infancia la recuerdan como a través de una bruma.
Eso me han dicho mis hermanos mayores, los que nunca han salido de aquí, saben muchas cosas, son muchos años sin moverse del sitio. ¡Ay! si yo pudiera corres, me iría detrás de esa familia, la del niño con el jersey a rallas, lleva una gorrita que ha quedado atrapada entre mis ramas y no se ha disgustado, volvió a recogerla y me hizo una caricia en el tronco.
¡Nos gustan mucho las caricias!¡ Y los humanos tiene tan poco tiempo!
José, el encargado del vivero, si nos habla, le encanta su trabajo, somos como sus hijos,  nos cuida con cariño, nos ve crecer y procura que todos estemos sanos y sin parásitos. Esos bichos desagradables, que se comen nuestras hojas y ponen sus huevos en nuestro tronco hasta que nos morimos.
Pero a mi no me va a pasar eso, uno de estos días saldré de aquí para hacer feliz a una familia. Soy algo muy importante en la Navidad.
Ha caído la noche  sobre el techo de plástico del vivero, se han apagado las luces, todo es silencio. Este es el momento  en que mis hermanos y yo nos comunicamos haciendo mover nuestras ramas y silbando con el viento que se cuela entre las juntas del plástico.
Esta noche me he enterado de una cosa horrible. Uno de mis hermanos, uno muy grande (habrá que hacerle un agujero al techo, para que asome la copa dentro de poco) y también muy gruñón, dice que está feliz de que no lo hayan comprado nunca. Al principio creí que hablaba así por envidia, pero lo que nos conto, nos dejo con las ramas caídas.
Dice que solo somos un juguete más de estas fiestas, que no se dan cuenta de que estamos vivos. Importantes, si, pero cuando terminan, la mayoría de nosotros acaba en un vertedero de basura, como cualquier trasto viejo e inútil.
Aunque lo diga el más sabio de mis hermanos, no me lo puedo creer.¿ No aprecian las personas lo beneficiosas que somos para ellas?
Yo no quiero ir a un basurero. Mañana cuando vengan los clientes, me hare el mustio, bajare mis ramas, como si estuviera enfermo, me quedare quietecito y ni siquiera me miraran.
Desde bien temprano hay un lio terrible en el vivero, faltan solo dos días para la Navidad y  todo el mundo quiere tener un árbol en el salón.
Pero ¡Oh, no! Una niña se acerca corriendo hacia mí, me toca,  acaricia mis ramas y grita: mama, mama ¡este es el que me gusta!
Me echo a temblar, todos mis esfuerzos inútiles, acabare en un vertedero.
Me llevan a su casa en una furgoneta grande y abierta.
Ya hemos llegado, no quiero mirar, será un piso pequeño y pondrán la calefacción a tope ¡Me asfixiare!  Levanto mis hojas poco a poco y ¡Que veo! Un bonito jardín en el que hay otros árboles
Mientras el padre hace un hoyo en el centro, la niña da saltitos a mi alrededor. Es precioso, ¿verdad papa? Lo  he escogido yo,¿ Podemos adornarlo hoy?
Estoy feliz, tranquilo, no acabare en el vertedero, como otros de mis pobres hermanos, envejeceré viendo crecer a esta niña a la que le debo la vida.





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