UN ABETO AFORTUNADO
Me
gusta el frio y el agua, la tierra siempre bien mullida. No soy tan alto como
mis hermanos, pero creo que me venderán bien. Soy un abeto, Si, un abeto de
esos que ponen las familias en el salón por Navidad, con guirnaldas, luces de
colores y la ilusión de los regalos a mis pies.
Por lo
que he oído, me gustaría ir a una casa
con niños, sería maravilloso cuando rozaran mis hojas al ponerme los adornos y ¡como
discutirían, queriendo poner la bola más alta! Me gustan los niños, cuando vienen
con sus padres al vivero, me muevo disimuladamente y les digo muy bajito cuando
se acercan:” Llevadme a mí “, podréis jugar conmigo y no me moriré pronto. Soy
joven, creo que tengo 2 años desde que estuve en el primer plantel, mis
recuerdos de esa época son confusos, pero creo que eso les pasa también a los
humanos, la infancia la recuerdan como a través de una bruma.
Eso me
han dicho mis hermanos mayores, los que nunca han salido de aquí, saben muchas
cosas, son muchos años sin moverse del sitio. ¡Ay! si yo pudiera corres, me
iría detrás de esa familia, la del niño con el jersey a rallas, lleva una
gorrita que ha quedado atrapada entre mis ramas y no se ha disgustado, volvió a
recogerla y me hizo una caricia en el tronco.
¡Nos
gustan mucho las caricias!¡ Y los humanos tiene tan poco tiempo!
José,
el encargado del vivero, si nos habla, le encanta su trabajo, somos como sus
hijos, nos cuida con cariño, nos ve
crecer y procura que todos estemos sanos y sin parásitos. Esos bichos
desagradables, que se comen nuestras hojas y ponen sus huevos en nuestro tronco
hasta que nos morimos.
Pero a
mi no me va a pasar eso, uno de estos días saldré de aquí para hacer feliz a
una familia. Soy algo muy importante en la Navidad.
Ha
caído la noche sobre el techo de plástico
del vivero, se han apagado las luces, todo es silencio. Este es el momento en que mis hermanos y yo nos comunicamos
haciendo mover nuestras ramas y silbando con el viento que se cuela entre las
juntas del plástico.
Esta
noche me he enterado de una cosa horrible. Uno de mis hermanos, uno muy grande (habrá
que hacerle un agujero al techo, para que asome la copa dentro de poco) y
también muy gruñón, dice que está feliz de que no lo hayan comprado nunca. Al
principio creí que hablaba así por envidia, pero lo que nos conto, nos dejo con
las ramas caídas.
Dice
que solo somos un juguete más de estas fiestas, que no se dan cuenta de que
estamos vivos. Importantes, si, pero cuando terminan, la mayoría de nosotros
acaba en un vertedero de basura, como cualquier trasto viejo e inútil.
Aunque
lo diga el más sabio de mis hermanos, no me lo puedo creer.¿ No aprecian las
personas lo beneficiosas que somos para ellas?
Yo no
quiero ir a un basurero. Mañana cuando vengan los clientes, me hare el mustio,
bajare mis ramas, como si estuviera enfermo, me quedare quietecito y ni
siquiera me miraran.
Desde
bien temprano hay un lio terrible en el vivero, faltan solo dos días para la
Navidad y todo el mundo quiere tener un
árbol en el salón.
Pero
¡Oh, no! Una niña se acerca corriendo hacia mí, me toca, acaricia mis ramas y grita: mama, mama ¡este
es el que me gusta!
Me echo
a temblar, todos mis esfuerzos inútiles, acabare en un vertedero.
Me
llevan a su casa en una furgoneta grande y abierta.
Ya
hemos llegado, no quiero mirar, será un piso pequeño y pondrán la calefacción a
tope ¡Me asfixiare! Levanto mis hojas
poco a poco y ¡Que veo! Un bonito jardín en el que hay otros árboles
Mientras
el padre hace un hoyo en el centro, la niña da saltitos a mi alrededor. Es
precioso, ¿verdad papa? Lo he escogido
yo,¿ Podemos adornarlo hoy?
Estoy
feliz, tranquilo, no acabare en el vertedero, como otros de mis pobres
hermanos, envejeceré viendo crecer a esta niña a la que le debo la vida.
Este es muy bonito y entrañable
ResponderEliminarQué bonito relato
ResponderEliminar